domingo, 15 de mayo de 2016

Comentario Explicativo

l Comentario Explicativo
EL COMENTARIO EXPLICATIVO DE TEXTOS
ARGUMENTATIVOS O EXPOSITIVOS

¿Qué es? Es una estrategia de comprensión lectora. Sirve para hacerse una idea global de la manera en que se relacionan el contenido y la forma de un texto.

¿Qué debemos entender por contenido? Por contenido entenderemos todas aquellas ideas significativas y relevantes que componen un texto. Esto implica que, previo al comentario, se deben determinar el tema del texto, la idea o planteamiento central del texto, y las ideas significativas, es decir, aquellas ideas que desarrollan el planteamiento central de forma directa. Cuando indagamos sobre el contenido lo que preguntamos es ¿QUÉ DICE EL AUTOR?

¿Qué debemos entender por forma? Por forma entenderemos la manera (la disposición estratégica) en que se relacionan las ideas significativas con el planteamiento central. Cuando indagamos sobre la forma lo que preguntamos es ¿CÓMO LO DICE EL AUTOR? ¿CON QUÉ ESTRATEGIAS? ¿A TRAVÉS DE QUÉ RELACIONES Y ESTRUCTURAS?

¿Cuáles son las estrategias más comunes? ¿Para qué sirven?

Definición: consiste en delimitar un concepto o una idea. Suele ser elpunto de partida de una discusión o de un análisis.

Cita de autoridad: consiste en referir, a manera de paráfrasis o de forma textual, las palabras de un personaje que es considerado una autoridad en el tema que se desarrolla en el texto. Esta cita, siempre que sea explicada, pude servir para legitimar la opinión del autor del texto.

Razonamiento lógico: consiste en hacer evidente la causa o el origen de un pensamiento, idea u opinión. Sirve, precisamente, para razonar y fundamentar una opinión.

Ejemplificación: consiste en mostrar un caso concreto que ilustra o demuestra aquello que se ha afirmado previamente.
Dato/cifra/ estadística: consiste en hacer referencia a un estudio o dato numérico que sirve para darle carácter científico a un planteamiento.

Referencia (literaria, cinematográfica, a la cultura popular…): pueden servir como ejemplos o como muestras del sentido común.

Analogía: consiste en establecer una relación de similitud entre dosprocesos o dos ideas, casi siempre con la finalidad de elaborar una conclusión o regla general que permita explicar ambos casos.

Contraste: consiste en establecer una relación de diferencia y oposición entre dos procesos o dos ideas, con la finalidad de resaltar el valor de una de las ideas sobre la otra.

Reformulación: consiste en replantear una idea con nuevas palabras. Funciona como estrategia de síntesis y permite incorporar nuevos matices a un planteamiento inicial.

Ironía: consiste en dar a entender todo lo contrario de lo que se expresa. La función de la ironía es deslegitimar una posición que es considerada inválida por el autor.

Pregunta retórica: consiste en formular una pregunta que no espera respuesta bien sea porque a. la respuesta es evidente; b. lo que pretende es generar una reflexión; c. la pregunta encierra una afirmación.

Concesión: consiste en aceptar parcialmente una idea que no es del todo compartida por el autor. Funciona, sobre todo, en texto en donde se plantean ideas contrapuestas que se logran conciliar en una sola tesis.

Contraargumentación: consiste en construir argumentos que permitan rebatir las posibles objeciones a una idea planteada por el autor. Sirve como estrategia generadora de discusión en texto que desarrollan temas polémicos. FUNDAMENTAL EN LOS TEXTOS CIENTIFICOS

¿Qué otros aspectos formales o estructurales hay que tener en cuenta?

La situación comunicativa (pragmática del texto). Esto se refiere a la respuesta de las preguntas 1 ° ¿quién enuncia el mensaje? ,
2° ¿qué lenguaje utiliza el autor?,
3° ¿para quién está dirigido el texto? Todas las respuestas a estas preguntas son útiles sólo si permiten establecer una relación con el contenido del texto.

La macroestructura u organización global del texto. Se refiere al tipo de coherencia global que existe entre las ideas del texto.






 

 

Texto y Modelo de Comentario Explicativo I

Opiniones respetables
Fernando Savater
En nuestra sociedad abundan venturosa y abrumadoramente las opiniones. Quizá prosperan tanto porque, según un repetido dogma que es el non plus ultra de la tolerancia para muchos, todas las opiniones son respetables. Concedo sin vacilar que existen muchas cosas respetables a nuestro alrededor: la vida del prójimo, por ejemplo, o el pan de quien trabaja para ganárselo, o la cornamenta de ciertos toros. Las opiniones, en cambio, me parecen todo lo que se quiera menos respetables: al ser formuladas saltan a la palestra de la disputa, la irrisión, el escepticismo y la controversia. Afrontan el descrédito y se arriesgan a lo único que hay peor que el descrédito, la ciega credulidad. Todas las opiniones son "discutibles" y esta condición no encierra demérito, como suelen creer quienes utilizan es calificativo para desacreditar las opiniones que no comparten ("eso que usted dice es muy discutible..."). Si una opinión no fuese discutible, dejaría de ser una opinión para convertirse en un axioma o en un dogma. Pero la palabra "discutir" encierra un sentido más fuerte que el de un simple intercambio de pareceres: etimológicamente quiere decir sacudir, derribar, zarandear algo para que demuestre si tiene sólidas raíces o incluso arrancarlo de su suelo nutricio para que las enseñe y puedan ser comprobadas. Así es sin duda como hay que proceder con las opiniones. Sólo las más fuertes deben sobrevivir, cuando logren ganarse la verificación que las legalice. Respetarlas beatamente sería momificarlas a todas por igual, haciendo indiscernibles las que gozan de buena salud gracias a la razón y la experiencia de las infectadas por la ñoñería pseudomística y el delirio.
Tomemos por ejemplo uno de nuestros debates televisivos de corte popular en el que se afronte alguna cuestión peliaguda como los platillos volantes, la curación mágica de las enfermedades o la inmortalidad del alma. Cualquiera de los participantes puede iniciar su intervención diciendo: "yo opino..". Pues bien, esa cláusula aparentemente modesta y restrictiva suele funcionar de hecho como todo lo contrario. Y es que hay dos usos diferentes, opuestos diría yo, del opinar. Según el primero de ellos, advierto con mi "yo opino" que no estoy seguro de lo que voy a decir, que se trata tan sólo de una conclusión que he sacado a partir de argumentos no concluyentes y que estoy dispuesto a revisarla si se me brindan pruebas contrarias o razonamientos mejor fundados. En ningún caso diría "yo opino" para luego aseverar que dos más dos son cuatro o que París es la capital de Francia: lo que precisamente advierto con esa fórmula es que no estoy tan seguro de lo que aventuro a continuación como de esas certezas ejemplares. Éste es el uso impecable de la opinión.
Pero en otros casos decir "yo opino" viene a significar algo muy distinto. Prevengo a quien me escucha de que la aseveración que formulo es mía, que la respaldo con todo mi ser y que por tanto no estoy dispuesto a discutirla con cualquier advenedizo no a modificarla simplemente porque se me ofrezcan argumentos adversos que demuestren su falsedad. Theodor Adorno, en un excelente artículo titulado "Opinión, demencia y sociedad" describe así esta actitud: «El "yo opino" no restringe aquí el juicio hipotético, sino que lo subraya. En cuanto alguien proclama como suya una opinión nada certera, no corroborada por experiencia alguna, sin reflexión sucinta, le otorga, por mucho que quiera restringirla, la autoridad de la confesión por medio de la relación consigo mismo como sujeto. » Este modelo de opinante convierte cualquier ataque a su opinión en una ofensa a su propia persona (o a su "identidad cultural", hoy refugio a la moda de los peores oscurantismos). Para él, lo concluyente en refrendo de un dictamen no son las pruebas ni las razones que lo apoyan sino el hecho de que alguien lo formula rotundamente como propio, identificando su dignidad con la veracidad de lo que sostiene. Como cada cual tiene derecho a su opinión, lo que nadie puede recusar, se entiende que todas las opiniones son del mismo rango y conllevan la misma fuerza resolutiva, lo cual destruye cualquier pretensión de verdad. Éste es el uso espurio de opinión.
En el debate televisivo al que antes aludíamos, cualquier pretensión de acuerdo sobre lo plausible suele quedar descartada de antemano. Quien insiste en que no se tome por aceptable más que lo racionalmente justificado sienta de inmediato plaza de intransigente o dogmático, vicios de lo más detestables. La resurrección de los muertos y la función clorofílica de ciertas plantas pasan por ser opiniones igualmente respetables: el que no lo cree así y protesta está ofendiendo a sus interlocutores, conculcando su básico derecho humano a sostener con pasión lo inverificable. La actitud de quien gracias a su fe particular "lo tiene todo claro" se presenta no sólo como perfectamente asumible desde la discreción cortés que prefiere no buscar camorra, sino hasta desde el punto devista científico. En esos programas no hay disparate que no se presente como avalado por "importantes científicos". Si es así, ¿por qué nunca habíamos oído hablar de ello? Nos lo aclaran enseguida: porque lo impide la ciencia "oficial", mafia misteriosa al servicio de los más inconfesables intereses. Otros, menos paranoicos pero más descarados convierten la propia ciencia moderna en aval de la irracionalidad desaforada. Recuerdo un espacio televisivo en que se discutían los casos de "combustión espontánea" que aquejan a determinadas personas por causas impenetrables aunque probablemente extraterrestres. Un reputado físico argumentaba educadamente contra varios farsantes, todos los cuales tenían muy clara su "respetable" opinión. Cuando se mencionó el método científico, uno de los charlatanes -parapsicólogo o cosa semejante- pontificó muy serio: Mire usted: la ciencia moderna se basa en dos principios, el de la relatividad, que dice que todo es relativo, y el de incertidumbre, que asegura que no podemos estar seguros de nada. Así que tanto vale lo que usted dice como lo que digo yo y ¡viva la combustión espontánea!.
La filosofía arrastra una vieja enemistad contra la opinión, entendida en el infecto segundo sentido que hemos descrito. Y no porque la filosofía sea una ciencia en el sentido empírico del término ni porque tenga acceso privilegiado a la Verdad inapelable, sino porque su misión es defender el razonamiento dialógico entre las opiniones, la necesidad de justificar lo opinado no desde lo inefable, lo irreductible o lo inverificable, sino por medio de lo públicamente accesible, lo inteligible. Y también es tarea filosófica, frente a fantasías visionarias, potenciar una forma de imaginación que brote de la razón humana y la prolongue, en lugar de caracterizarse por contradecirla con machacona hechicería. Parece más importante que nunca que se siga conservando hoy ese antagonismo crítico, cuando los medios de comunicación han multiplicado tanto el número de opinantes encallecidos. Por eso me resulta especialmente grave el retroceso del papel de la filosofía en los estudios de bachillerato, que antes o después puede llevar a su abolición académica ... Cuando protesté por esta marginación ante un respetable del nuevo plan de estudios, me repuso con toda candidez burocrática: Date cuenta, enseñar filosofía es cosa muy complicada. ¡Hay opiniones para todos los gustos! A veces siento cierto desánimo, que considero plenamente respetable.


Comentario del Texto “Opiniones Respetables”, de Fernando Savater

En su texto “Opiniones Respetables”, el filósofo español Fernando Savater muestra su incomodidad ante la abundancia de opiniones sin sustento. Frente a esta situación que el autor postula como problema, Savater formula una hipótesis: quizá la gente opine espontáneamente y sin contención porque piensa que cualquier opinión es respetable. 
Enseguida, comienza a funcionar en el texto la ironía: el autor se burla de esta manera de pensar y propone una tesis que contrasta con la hipótesis que presentó en un principio. Para Savater, nada hay menos respetable que una opinión: las opiniones para él son aquello que puede y debe ser discutido. Para apoyar su tesis, el filósofo recurre a, al menos, un razonamiento lógico: razona que si las opiniones no pueden ser discutidas, entonces dejarían de serlo para convertirse en axiomas o dogmas. Además, tratando de delimitar aún más lo significa discutir una opinión, recurre a la definición de este último término (discusión), para dejar bien claro que no se trata de un vano intercambio de pareceres.

Lo que se señaló anteriormente ocupa el espacio correspondiente al primer párrafo del texto: párrafo introductorio, en el cual el autor plantea el problema de las opiniones y sugiere el contraste entre dos maneras de pensar el papel de la opinión. Lo que sigue –párrafos 2,3 y4- es el desarrollo de este contraste, a través de una serie deejemplos que muestran de forma concreta lo que el autor llamará “el uso impecable de la opinión” y “el uso infecto” o “espurio” de ésta. Sin embargo estos ejemplos no aparecen solos, la ironía como herramienta desmitificadora o cuestionadora le servirá al autor para criticar de forma sutil, a través de un lenguaje culto, el uso de la opinión como idea espontánea e incuestionable. Por ejemplo, presenta el caso de un programa televisivo en donde un físico argumentaba contra un grupo de farsante que sostenían –y he aquí la ironía que recorre todo el texto- su “respetable” opinión.

Pero Savater no se queda sólo en la presentación del problema y en el ataque a un uso particular de la opinión. El autor va más allá y, en el último párrafo del texto –a manera de conclusión-, postula una solución al problema: habría que retomar la enseñanza de la filosofía como instrumento que permite razonar correctamente y construir opiniones verdaderamente respetables.

Es lógico pensar que esta es la solución que ofrecería un filósofo al analizar un problema como éste. En todo caso, Savater está tratando de llegar, a través de la prensa –se debe recordar que el texto fue publicado en “El País”-, tanto a aquellas personas que usan mal su opinión, como a aquéllas que pueden hacer algo por educar a quines opinan sin fundamento. Pareciera que, en definitiva, la intención del autor fuera doble: persuadir y enseñar.


(Tomado del blog de Fraibet Aveledo) 

lunes, 11 de abril de 2016

Sin treguas. Javier Marías

SIN TREGUA por JAVIER MARÍAS

Desde hace mucho tiempo, quizá desde que el mundo es mundo, se echan pestes del hombre contemporáneo, independientemente de su contemporaneidad.  Siempre que se habla de él (y utilizo la palabra hombre en su acepción genérica, que no hay por qué abolir en favor de la cursilería feminista o más bien “hembrista” ), es para denostarlo, para hablar de su desconcierto en el mejor de los casos, sobre todo de su crueldad, su dureza, su pesimismo, su soledad, su incomunicación, su insolidaridad o cualquier otra lacra o desgracia, todas son bien recibidas, hasta el punto de que, si ustedes se fijan, el Premio Nobel de Literatura suele otorgarse las más de las veces a algún autor que, según el fallo de la Academia Sueca, haya retratado fatal en su obra a ese -hombre contemporá­neo- tan aborrecible como desdichado.
Del actual hombre contemporáneo se dicen cada vez más horrores, sobre todo del occidental. No sólo se lo culpa de todo lo nefasto que ocurre en cualquier punto del globo, sino que además se lo acusa constantemente de insensibilidad ante las catástrofes, las opresiones, las injusticias y las matanzas que se dan por doquier.   Según los periodistas demagógicos y  los aspirantes al Premio Nobel por la vía extraliteraria, no sólo es el causante indirecto o directo de todos los males, sino que además se queda  impertérrito ante su acontecer. Todo esto sería ya discutible a la luz de los  frecuentes movimientos de ayuda y de las Organizaciones No Gubernamentales que proliferan cada vez más, pero no es esto lo que me interesa señalar. En realidad, lo sorprendente es que el hombre contem­poráneo de hoy no esté enteramente desquiciado y no se haya convertido en una mala bestia a todos los efectos. Lo asombroso es que no sea de granito y que aún se conmueva de vez en cuando o tenga mala concien­cia ante las calamidades ajenas.
Hace no muchos años, ese hombre se entera­ba de relativamente pocas hecatombes. Hace unos siglos (en el XVII, por ejemplo), los habitantes de una ciudad podían desconocer una brutal matanza lleva­da a cabo en un barrio distinto del suyo. La capaci­dad de la gente para convivir con el horror ha sido siempre muy limitada y era normal que así fuera, ya que se sentía afectada o abrumada sólo por lo que sucedía en su entorno, a su alrededor, tenía un área de intereses reducida, y sólo cuando acaecía algo espantoso en esa área tenía la sensación verdadera de la atroci­dad o el mal. Como es natural, no todo el rato se suce­día lo espantoso en el mismo lugar: parecía por tanto la excepción, algo ocasional que, por desolador que fuese, se podía sobrellevar. Desde hace unos pocos años al hombre contemporáneo le llegan, sobre todo a través de la televisión, todos y cada uno de los horro­res en el mundo habidos, por remotos que sean, por muy fuera de su área natural de interés que se encuen­tren. Yo supongo que mi compañero de páginas Ar­turo Pérez-Revene se habrá preguntado más de una vez, mientras enviaba sus excelentes crónicas desde diversos escenarios del horror, si a los espectadores a quienes se dirigía les interesaba lo que acontecía en Bosnia o Somalia o Ruanda o Chechenia porque tenían ya un interés previo en esos lugares o simplemente porque allí había hambre o escabechinas sin cuento y eso es siempre de interés. Supongo que sabe que el interés lo suscitaba él, o los jefes que lo mandaban allí. Hasta hace cuatro días, nadie había oído hablar de Chechenia.
Puesto que hoy existen los medios, imagino que es bueno que se empleen para  hacer saber al mundo las barbaridades que se cometen en cualquier lugar, aunque eso rara vez sirva de ayuda para quienes las padecen, lo único que en realidad justificaría esa  información total. Pero, sea como sea, lo que no puede pedirse es que el hombre que recibe esa información se conmueva siempre, se muestre solidario siempre y nunca agobiado ni apabullado. A lo largo de su historia los individuos han asistido a unas dosis esporádicas y limitadas de espanto. En la actualidad ya no es así: algo monstruoso sucede continuamente en algún rin­cón del mundo, y en seguida se lo harán saber y ver. La sensación que uno va teniendo es de desastre incesante, de desgracias encadenadas y sin fin, de terror en sesión continua, y eso es algo nuevo, y tan anónimo como falso en el fondo: algo que ninguno de nuestros ante­pasados tuvo jamás. Si el hombre contemporáneo es pesimista, si está insensibilizado, si le faltan energías o capacidad de entusiasmo, debe disculpársele en par­te, porque es el primero, a lo largo de la historia en­tera, en cuya vida no hay nunca tregua.

Desgobierno y refugiados. Victoria Camps

OPINIÓN

Desgobierno y refugiados

La falta de cooperación no afecta solo a la Unión Europea. Es un hecho indiscutible a nivel nacional y el gobierno se desentiende de sus funciones porque está “en funciones”Otros

Distintas instituciones catalanas se han quejado de que su voluntad de acoger a un número concreto de refugiados y ubicarlos en nuestro país choca con la negativa del gobierno español que es el que ostenta las competencias para ejercer la protección previa a la acogida de los refugiados. De modo parecido se ha expresado la representante de ACNUR en España lamentando la parálisis total del gobierno en esta cuestión. El gobierno español está en funciones y considera que este es un problema ajeno a las tareas imprescindibles que le corresponden en su situación. Hasta ahora, los refugiados que han venido a España mediante el cupo asignado por la UE es ridícula: dieciocho personas. No es que no quieran venir porque no hay trabajo, como se ha hecho creer y como insinuó en su última entrevista con Jordi Évole el presidente Rajoy. Es absurdo creer que quienes se juegan la vida para huir de su país no estén dispuestos a hacer lo que sea a cambio de recibir un asilo mínimamente digno. La verdad es que no vienen porque nadie se ocupa de gestionar su traslado.
Se ha aludido hasta la saciedad a la pésima gestión y a la indiferencia con que se está afrontando uno de los dramas peores que ha vivido Europa en los últimos años. Una vez más, la Unión Europea se muestra incapaz de actuar colectivamente y hacer una política conjunta. Los grandes problemas no son abordados de forma unificada. La crítica más persistente a los recientes atentados de Bruselas ha sido la de la falta de coordinación de los distintos gobiernos para transferir datos y actuar conjuntamente. La crisis de los refugiados pone de manifiesto de nuevo el egoísmo de los estados, la despreocupación de cada gobierno por las cuestiones que no afectan directamente a sus electores. Por no hablar de la reacción más vergonzosa, la de los movimientos y partidos que extienden sin dificultad su influencia xenófoba a quien se deje contaminar por ella. Como decía hace poco Craig Calhounm, director de la London School of Economics, en este periódico, el debate europeo está lleno de “estereotipos nacionales”, la cooperación es un valor desaparecido en un mundo que vive en perpetua conexión, pero no para ayudar a los que más lo necesitan. Un mundo donde la política descuida el fin de la justicia común, y la economía se desentiende de alcanzar la prosperidad para todos.
La falta de cooperación no afecta sólo al funcionamiento de la Unión Europea. Es un hecho indiscutible a nivel nacional. El gobierno se desentiende de sus funciones porque está “en funciones”, lo que significa que atender a los refugiados no es función urgente. La oposición, por su parte, enfrascada en tejer un acuerdo que no consigue, abdica igualmente de otras tareas perentorias que le corresponden, porque también para eso se les ha votado. Preocupa más la propaganda que la política. Demasiadas ruedas de prensa y declaraciones para no decir nada, que solo refuerzan la impresión de que tenemos unos políticos incompetentes para hacer algo nuevo y distinto de lo que se ha hecho hasta ahora. Algo nuevo es conseguir unirse por unos objetivos, no por defender unas siglas ni por aferrarse a la única propuesta que separa a los que dicen estar por el pacto. Si en los municipios ha sido más fácil consensuar gobiernos de coalición es porque no hay altavoces que pongan de manifiesto las querellas internas de cada partido o entre unos partidos y otros. Y, por cierto, también hay municipios dispuestos a acoger a refugiados y, a su vez, impotentes, para hacerlo.
Que la cooperación no es un ingrediente de la política de nuestro tiempo lo pone de manifiesto el que hayamos convertido el cooperar en un oficio. Tenemos cooperantes profesionales que acuden a los lugares donde hace falta la respuesta y la solicitud inmediata que los gobiernos no son capaces de dar. La cooperación, como mucho, es el pariente pobre de las obligaciones internacionales, el que debería recibir un 0,7% del presupuesto según unos acuerdos que nunca han llegado a cumplirse del todo. Cooperar, hoy por hoy, es una cuestión que tiene más que ver con la caridad que con la justicia, pues depende más de las voluntades individuales que de las colectivas. No es un valor inscrito en los comportamientos de los estados nacionales. Por eso hay que apostar por un futuro federal, que imprima un carácter personal y colectivo más afín con el reconocimiento real de los derechos fundamentales.
Victoria Camps es filósofa.

La policía macedonia trata de dispersar a más de 500 personas en la frontera con Grecia. El País. España

El campamento de Idomeni ha vivido este domingo una situación límite. El último intento de centenares de refugiados de atravesar la frontera entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas inglesas) ha estado a punto de provocar una tragedia cuando la lluvia de gases lacrimógenos y balas de goma de la policía macedonia para dispersarlos ha provocado escenas de pavor entre la multitud, infinidad de niños incluidos, y dejado un reguero de heridos. Médicos sin Fronteras ha atendido a casi 300 refugiados, 200 de ellos por exposición a los gases y 30 por el impacto de balas de goma. Entre los heridos había tres niños menores de 10 años con heridas de estos proyectiles en la cabeza, según la ONG.
Desde el cierre de la ruta balcánica, a principios de marzo, Idomeni se ha convertido en una ratonera para más de 11.000 migrantes que no pueden proseguir viaje y a la vez se niegan a desalojar el campamento, pese a los reiterados intentos del Gobierno griego de realojarlos en centros de acogida organizados en otros puntos del país. La actuación de la policía macedonia, que también usó bombas aturdidoras y fue condenada por Atenas por “peligrosa y lamentable”, suscita además dudas de índole diplomática: los proyectiles cayeron en territorio griego, pues en ese punto de la frontera no existe buffer zone, o zona tapón. Algunas imágenes divulgadas en redes sociales muestran incluso la incursión en suelo griego de fuerzas de seguridad de FYROM para gasear a los migrantes.
Azuzada por rumores continuos y la desesperación creciente de los extranjeros, varados desde hace semanas a la intemperie, la tensión es junto con la desinformación una constante vital en el campamento de Idomeni desde que, el 24 de febrero, Austria instara a los cuatro países de la ruta de los Balcanes (FYROM, Serbia, Croacia y Eslovenia) a impedir el paso a más refugiados e inmigrantes; el cierre total de la frontera se hizo efectivo a primeros de marzo. Ansiosos por continuar viaje, los migrantes concentrados en Idomeni temen que de ser evacuados a centros de acogida en el norte del país, como Veria y Katerini —adonde han sido trasladados por el Gobierno poco más de 500—, perderán la oportunidad de cruzar la frontera si, como aseguran algunas fuentes, esta reabre en algún momento. Una contingencia imposible, ya que Skopje ha confirmado que la frontera seguirá cerrada a cal y canto hasta el 31 de diciembre. El cierre fronterizo, y la entrada en vigor del acuerdo migratorio UE-Turquía, el pasado 20 de marzo, ha desviado un flujo por el momento insignificante de refugiados a la frontera greco-búlgara.
El de este domingo ha sido el segundo intento de cruce por la fuerza, tras el registrado el pasado 25 de enero, que se resolvió igualmente con una lluvia de gases lacrimógenos por parte de la policía macedonia. Pero el episodio más grave fue la huida por el río que delimita ambos países de centenares de migrantes, burlando el control policial, el pasado 14 de marzo. Tres afganos murieron ahogados en el riachuelo, inusualmente crecido por las lluvias de esos días, mientras que el resto de los huidos fueron retornados a Grecia por las fuerzas de seguridad macedonias.

Milagros Socorro. El burro con plata


El pelotero Oswaldo Guillén (Ocumare del Tuy, 1964) consignó en su cuenta de twitter un comentario acerca de la injusta posposición del ingreso de David Concepción al Salón de la Fama; y atribuyó el desplante al “rasismo”. No contento con la falta de ortografía en la palabra “racismo”, omitió signos de puntuación, olvidó acentos y confundió términos. Así escribió el querido Ozzie: “No creo en rasismo david no esta hay por alguna razon que no sabemos cual es hay que promocionarse mi gente”. Cuando ha debido escribir: “No creo en racismo. David no está ahí por alguna razón que no sabemos cuál es. Hay que promocionarse, mi gente”.
Ante el alud de errores, alguien despachó al atleta calificándolo de burro, intemperancia que, naturalmente, molestó al campo corto de los Medias Blancas de Chicago, quien entonces comenzó a desbarrar en una serie de torpes consideraciones. Molesto por el insulto, Guillén, quien efectivamente merece respeto e incluso afecto por sus logros en la arena deportiva y por el lugar de respeto donde ha puesto el nombre de Venezuela, incurrió en dos graves errores: jactarse de la fortuna que ha amasado con su habilidad, denigrar de quienes tienen oficios menos glamorosos y lucrativos; y restar importancia a la corrección del lenguaje.
Al ser señalado de burro por su desaliño lingüístico, Guillén se apresuró a contestar: “prefiero ser burro con plata que inteligente pelando lo digo por exoeriencia besos a todos”. Y más adelante se preguntó qué hacen quienes quieren corregirlo; aludiendo a que quienes se atreven a ponerse a su altura para enrostrarle su ignorancia, de seguro son gente de menguados recursos y que no se codean con celebridades como Rubén Blades, a quien en la ristra de twitters se refiere como “mi hermano”.
No entraremos a comentar demasiado este punto. El intento de humillar al atrevido recordándole su precariedad económica es evidente. Y muy feo. El propio Guillén está conciente de que el colectivo del que se mofa con la etiqueta de “inteligente pelando” incluye sobre todo a los maestros, cuyo deber es corregir caiga quien caiga. [Dice Guillén (con trascripción ya enmendada): “Apuesto a que esos que corrigen no tienen ni dónde caerse muertos los pobres. Qué lástima los pobres profesores que me siguen”]. Ciertamente, los maestros de Venezuela han sido relegados a los últimos peldaños en la escala social, una tragedia de la que no son culpables. Salta a la vista, pues, que el ataque de Guillén, desde las alturas de su poder y sus cuentas bancarias rebosantes de dólares, a sus connacionales, empobrecidos por la inflación y los infames salarios es…¿poco gallardo? ¿Gesto de soberbia?, más condenable en alguien que sabe lo tremendo que es ser inteligente pelando, puesto que como él mismo apunta, lo dice “por experiencia”.
Pero lo que sí es digno de salirle al paso es la errónea idea de Guillén según la cual solo los maestros de Castellano tienen el deber de acogerse a sus leyes [“Yo escribo como quiera no estoy dando clase de castellano”]. La verdad es que todos los hablantes deben ajustarse a un pacto de uso de la lengua, así como los peloteros están regidos por una intrincada red de estatutos, aún sin ser entrenadores. De lo contrario, el campo sería escenario de un caos.
Guillén, que tanto valora la acumulación de bienes materiales, -y está bien que así sea, puesto que él se ha ganado los suyos sin rasguñar a la Nación-, debería saber que la unidad del Castellano, esto es, el hecho de que siga siendo lengua común para una diversidad de países, es una gran ventaja económica con que contamos los pueblos hispanoparlantes. Es un hecho que vamos hacia un mundo multipolar, lo que supone un paisaje multilingüístico. Para que el español desempeñe el descomunal papel al que está llamado por ser, ya en 2050, una de las cuatro lenguas fundamentales del mundo, debe mantener su estabilidad: si cada quien habla y escribe como le dé la gana, llegará un momento en que será imposible entendernos fuera de nuestros islotes de lengua.
El Guante de oro remata sus mustios twitters diciendo que él representa a los latinos y, con orgullo especial a su país, Venezuela, del que es un ejemplo. Por ser tan cierto esto es que debería hacer un esfuerzo por conducirse apropiadamente en el ámbito público. Y apreciar el hecho de que la ortografía es un factor de cohesión para las lenguas comunes a entornos distintos.

Julio Cortázar. Instrucciones para llorar

Instrucciones para llorar

[Cuento. Texto completo.]

Julio Cortázar


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
FIN